De acuerdo a la Real Academia Española, la envidia puede definirse de dos maneras. Por un lado como la tristeza o pesar por el bien ajeno pero también como la emulación, el deseo de algo que no se posee. Vamos a detenernos un poco en esta segunda definición: “el deseo de algo que no se posee”. ¿Por qué? Porque estamos siendo testigos, desde hace ya un par de años, de cómo desde algunos medios se quiere construir una realidad sobre River Plate. Una realidad que no existió a lo largo de toda la historia y ni siquiera existe en la actualidad. Una cosa es que nos caguemos de risa un rato cuando abrimos el pasquín (?) y vemos que la noticia del día es que los hinchas de River agotaron las populares de la cancha de Argentinos en tres minutos. Pero de ahí a querer vender un River nacional y popular es directamente tomar de boludos a la gente. Con perdón de los boludos.
Ojo que en esa segunda de las acepciones de envidia, lo envidiado no es un sujeto sino un objeto material o intelectual, o una cualidad. Una conducta típica en los sujetos envidiosos es mentir sobre la persona a la que envidia o las cosas que tiene, para poder tenerlas, apropiárselas. ¿A dónde queremos llegar con todo esto? Señoras y señores, a que River envidió durante toda su vida el apoyo popular y multitudinario de Boca. Chocolate por la noticia (?). Sólo que ahora, con el apoyo del grupo de noticias más importante del país, pisa el acelerador a fondo para tratar de convertirse en lo que siempre fue, es y será Boca: el equipo más popular de la Argentina. Entre paréntesis, condición que durante toda su existencia despreció y trató de ningunear. Pero arranquemos desde el principio.
El 3 de abril de 1905, en un banco de la plaza Solís y debajo de un árbol, se fundó el Club Atlético Boca Juniors y desde ese instante se convirtió en un fenómeno social imposible de comparar con el resto y que trascendió ampliamente lo deportivo. Ahora, ¿por qué existió la necesidad de fundar Boca si el barrio de La Boca ya contaba con clubes de fútbol que podrían haber representado a toda una barriada popular? Acá está la punta del ovillo y hacia allá vamos.
Juan Bautista Alberdi fue durante el siglo XIX el hombre clave en la organización constitucional de la Argentina. Podemos estar de acuerdo o no, pero lo concreto es que tuvo una idea para, según su punto de vista, fomentar el progreso del país: poblarlo con inmigración europea. Más precisamente con inmigración inglesa, Y los constituyentes de 1853/60 actuaron en consecuencia sancionando leyes concretas y muy favorables hacia esos inmigrantes a los cuales se deseaba albergar.
Pero el plan inmigratorio falló y la abrumadora cantidad de inmigrantes no fueron ingleses. sino italianos, más precisamente genoveses, seguidos muy lejos por los españoles. ¿Por qué pasó esto? Si bien se había sancionado una ley en 1876 para controlar que las personas recién llegadas al país sean prioritariamente de nacionalidad inglesa, los organismos de control encargados de funcionar recién empezaron a actuar hacia fines del año 1923. De más está decir que para ese entonces ya era muy tarde y hordas (?) de italianos, especialmente genoveses, habían copado la parada en Buenos Aires.
El inmigrante italiano que vino dispuesto a laburar el campo, bajaba en el puerto y seguía camino hacia su destino. Bárbaro. Pero el otro inmigrante, el que venía sin algo fijo, con una mano atrás y otra adelante, encontró en ese barrio portuario de La Boca, un lugar ya consolidado como para intentar ganarse el mango y escaparle a la miseria. A esto debemos sumarle que estamos hablando de un barrio donde el genovés encontraba asentados a muchos compatriotas y una actividad saliente como la portuaria, cosas que lo hacían rememorar casi fielmente sus orígenes. De ahí que muy de a poco, esos genoveses instalados en La Boca fueron montando un barrio de características cada vez más parecidas a las de sus añoradas tierras, con costumbres y hasta dialecto xeneize incluido.
Pero la creciente actividad económica que traía aparejada el puerto se encontró con un par de hechos que golpearon durísimo al barrio de La Boca.
A finales de siglo XIX y principios del siglo XX el barrio fue apuntado como zona de epidemias. Los altos grados de contaminación que ya tenía el Riachuelo sumado al continuo arribo de más inmigrantes que eran potenciales portadores de enfermedades, convirtieron a La Boca en una zona casi prohibida por el temor al contagio. Hubo de todo por aquellos años: fiebre amarilla, cólera, peste bubónica, fiebre tifoidea, difteria. Los habitantes mejor acomodados económicamente escaparon rápido a la zona norte de la ciudad.Pero los criollos e inmigrantes más pobres se tuvieron que encerrar en sus humildes casas y lidiar con una estricta cuarentena impuesta por el Estado. La discriminación social hacia La Boca y sus habitantes fue moneda corriente, cosa que muy probablemente haya elevado el sentimiento de pertenencia de esa gente que no tuvo más remedio que quedarse en el barrio, apechugarla y seguirla remando contra viento y marea.
Si la debacle económica de La Boca ya era un hecho, años más tarde llegó el golpe de gracia: la decisión de construir un nuevo puerto de Buenos Aires pero no en el barrio, sino un par de kilómetros más al norte. Zona norte que de la noche a la mañana empezó a verse favorecida a costillas del empobrecimiento del sur.
La creciente miseria en La Boca provocó hechos desesperados como la ocupación ilegal de esos inmensos caserones vacíos que habían sido abandonados por los que escaparon de las epidemias. Acción que dio origen a lo que hoy conocemos con el nombre de casas de inquilinato. Una nueva e injusta forma de vida donde cientos de personas se veían obligadas a amucharse en muy pocos metros cuadrados.
Los vecinos que ni siquieran podían aspirar a ocupar una casa de inquilinato empezaron a construir sus viviendas con las chapas que sobraban en los astilleros que quedaban en la zona. Casas que eran pintadas de múltiples colores porque esos mismos astilleros regalaban las latas de pintura que no usaban. La fisonomía del barrio cambió drásticamente con la llegada de estas viviendas precarias denominadas conventillos. La Boca ya no derrochaba ni por asomo toda la prosperidad de años atrás sino más bien todo lo contrario. Marginalidad y miseria eran su cara visible.
El cuadro de situación nos deja hasta el momento dos factores que serán claves: el sentido de pertenencia y una constante lucha por reponerse ante una realidad adversa. A esto debemos sumarle una tercer cualidad que empezó a sobresalir en el barrio: la solidaridad. La situación apremiante hizo de La Boca una barriada con un altísimo grado de solidaridad y participación entre los vecinos. Cosa que empezó a evidenciarse en las muchas asociaciones y sociedades de socorro creadas por aquellos años, como por ejemplo Los Bomberos Voluntarios de La Boca en 1884. Sin esa ayuda mancomunada y desinteresada, aquellos arrabales estaban destinados a la agonía. Cosa que gracias a Dios no pasó. En resumen, ya tenemos tres factores que identificaron a La Boca en los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX: sentido de pertenencia, lucha ante la adversidad y esfuerzo solidario Algo maravilloso se estaba gestando.
A esta altura de los hechos, ya con tercera generación de aquellos primeros genoveses llegados al barrio, había varios equipos de fútbol que habían nacido en La Boca: por ejemplo Independencia Sud, Defensores de La Boca y River Plate, que si bien no se sabe si fue fundado en 1901 o en 1904, lo concreto es que ya gallineaba existía. Pero ninguno de esos clubes identificaba ni representaba cabalmente a toda esa enorme y populosa barriada. ¿Por qué? Un tema a tener muy en cuenta es que por aquellos años el fútbol era cosa de ingleses y ese barrio que estaba sumergido en la pobreza quería tener su lugar en el mundo. Un lugar donde se mantuviera con vida una forma de ser distinta. Un lugar donde ese origen humilde, luchador y popular quedara fielmente manifestado.
Acá es donde podríamos colocar a cinco muchachos que pusieron manos a la obra y decidieron bajar a tierra lo que evidentemente hace años estaba en sus corazones y en los corazones de sus antepasados. Y fundaron así un nuevo club que de verdad pudiera representarlos, en donde por fin pudiera verse materializado una forma de ser, una forma de vivir, un lugar donde sentirse como en casa. Es imprescindible entender que el nacimiento de Boca significó mucho más que el nacimiento de un club de fútbol. Y esta es la clave de la cuestión para entender tanta pasión volcada desde el primer día.
Como ya sabemos, el acto fundacional tuvo lugar el 3 de abril de 1905 en la plaza Solis y a cargo de los jóvenes Juan Antonio Farenga, Teodoro Farenga, Santiago Sana, Alfredo Scarpatti y Esteban Miguel Baglietto. ¿Por qué la plaza Solis? Porque los muchachos fundadores vivían cerca y porque creada unos años antes, fue la primera plaza del barrio y como suele pasar en estos casos, se convirtió rápidamente en el epicentro de La Boca.
Los primeros nombres propuestos para el club fueron “Hijos de Italia”, “Defensores de La Boca” y “Estrella de Italia”. Hasta que se llegó a la conclusión que la mejor manera de representar a todo un barrio era ponerle el nombre del barrio. Así de fácil. El agregado de “Juniors” es obra de Santiago Sana que como trabajaba en la naviera John Turner & Co SA tuvo que aprender a hablar inglés y entendió que un vocable inglés podía ayudar a chapear (?) en esos primeros años. La sede del club fue la casa de inquilinato de los hermanos Farenga, ahí en Pinzón 267.
El rompecabezas se fue armando muy rápidamente, cosa que nos demuestra que evidentemente había una chispa sagrada con anterioridad a ese 3 de abril y a la que sólo faltaba apantallar un poco. Boca, a diferencia del resto, se convirtió inmediatamente en algo más que un simple club de fútbol. Se convirtió en la representacion de una comundiad entera, italiana genovés en un principio pero ya con hijos argentinos, que estaba acostumbrada a no darse por vencida jamás, a reponerse a las adversidades y enfrentarlas, a ser solidarios entre sí para una mejor vida. Todos rasgos distintivos que terminaron siendo adosados al club en forma automática. De más está decir que el fenómeno popular gigantesco que produjo Boca no necesitó de éxitos deportivos. Ya habría tiempo para esos detallecitos (?) de dar vueltas olímpicas.
La participación, y sobre todo la identificación de esa enorme comunidad barrial con el club recién fundado, fue lo que hizo sobrevivir a Boca en unos primeros años económicamente durísimos. Los comerciantes italianos del barrio y de un mejor pasar económico aportaron dinero. Todos los vecinos, criollos, italianos y descendientes, ayudaron en lo que podían, como por ejemplo cosiendo las redes de los arcos o donando bienes materiales. Aesta altura la bola de nieve fue imparable y el esfuerzo de toda la barriada ya no iba a permitir que el proyecto muera. Acá aparecen otros rasgos distintivos como la tenacidad, la garra, la voluntad inquebrantable para que no haya dificultad en el mundo que derribe el sueño en marcha. Más bien todo lo contrario. que ese sueño siga en pie, que crezca. La popularidad de Boca Juniors aumentó día a día al punto de empezar a provocar cierta envidia en los otros clubes del barrio, quienes no podían entender como el recién llegado alistaba a toda la gente detrás suyo. Los mismos clubes que tampoco podían entender como ante una eventual derrota de Boca, sus hinchas redoblaban esfuerzos para alentarlo. Estamos hablando de un Boca que todavía no tenía camiseta con franja horizontal y ni siquiera los colores azul y amarillo pero que despertaba una fidelidad en sus seguidores que no tenía antecedente alguno. Un apoyo popular que en definitiva era lo que hacía a Boca cada vez más grande y que por ejemplo River no tenía.
Boca y River, dos formas de ser diferentes
Si faltaba algo para que la identificación de la gente del barrio con Boca Juniors sea total fue este temita (?) de la mudanza de River. Ojo, Boca se vio obligado a mudarse a Wilde pero pegó la vuelta enseguida dándose cuenta de su grave error. En cambio River desfiló por Sarandí, luego se fue al Centro, más tarde a Caballito para por fin traicionar sus orígenes y sintiéndose despechado, terminó por darle definitivamente la espalda al barrio que lo vio nacer y se quedó en Núñez. Un barrio que socialmente era la antítesis de La Boca y daba un motivo más para el enfrentamiento. La gente adoptó mayoritariamente a Boca como club de fútbol y principalmente como representación de una forma de entender la vida.
Para que la brecha sea insalvable hay que pegar un salto hasta comienzos de la década del 30. River desembolsó fortuna para comprar a Carlos Peucelle y Bernabé Ferreyra cosa que le hizo ganar, y en buena ley, el apodo de “Millonario”. Dos formas de ser diametralmente opuestas arrancaban sus respectivas historias en el amanecer del profesionalismo en el fútbol argentino.
Y la historia de ambos clubes se puso en marcha. Acumulando éxitos y traspiés pero siempre con una identidad muy definida, que a la vez era motivo de orgullo para sus hinchas. Hinchas que siempre transitaron veredas diferentes. La de Boca redoblando el aliento en la derrota, apoyando incondicionalmente a su equipo al punto de ganarse el apodo de Jugador Nro. 12, exigiendo a sus jugadores garra y transpiración en la camiseta azul y oro. Alineando a las mayorías de los hinchas, especialmente a las clases sociales más bajas, detrás de sus colores. La de River en cambio, igual de exigente en cuanto a los resultados deportivos pero mucho más a la hora de analizar la forma de alcanzar esos resultados. Sin el apoyo popular de Boca y sin la garra como bandera. Y con infinitas contradicciones en su idiosincracia. Renegando pero después aceptando el apodo de “gallina”. ¿Se puede tener garra y ser gallina al mismo tiempo? Menospreciando históricamente el arraigo popular de Boca y hasta usando las palabras “negro” y “boliviano” como insulto. ¿Se puede ser popular prescindiendo de parte de la población? Queremos avisarles que ser el equipo más popular significa conglomerar a todos los que lo deseen detrás de los colores. Sean negros, rubios, pelirrojos, bolivianos, paraguayos, argentinos, chinos. Todos. Los mismos hinchas de River que no pierden oportunidad de hablar del mal olor del Riachuelo y de los ranchos de La Boca. ¿Se puede pensar ser el equipo más popular de la Argentina desde Figueroa Alcorta y Udaondo? ¿Se puede ser popular y millonario al mismo tiempo?
Entendemos perfectamente que en este tiempo de vacas ya no flacas sino desnutridas, apareció la necesidad de tratar de inventar otro River. Un River combativo, que cuente con apoyo de una multitudinaria hinchada que aliente en las malas. Un River récord de recaudaciones, nacional y popular que pueda reponerse ante la adversidad, que tenga mística, que juegue en un estadio que haga temblar el pasto. Un River que tenga en su hinchada a su jugador número 12. O sea, un River que sea como Boca pero con la camiseta blanca con una banda roja.
Pero la realidad es muy distinta a la que nos quiere hacer creer algunos medios de comunicación. Más bien nos muestra todo lo contrario. ¿Apoyo multitudinario? Hoy en día las capacidades de los estadios están restringidas y el acceso del público visitante es un privilegio para muy pocos. Como mucho para 3.500 o 4.000 personas. Y no es por nada (?) pero hasta Vélez, Unión o Ñuls se dan el lujo de casi llenar sus canchas cuando juegan de local, cosa que antes no hacían. ¿Reponerse ante la adversidad? Hay bocha de ejemplos pero lo que pasó en 2011 puede servir como muestra. En la fecha 12 del Clausura, River le ganó a Racing en Avellaneda y pensaba en la punta del torneo. Tuvo siete fechas para ganar un partido y no pudo hacerlo. Después tuvo dos partidos más de Promoción con ventaja deportiva y ya conocemos el final de la historia. ¿Primero en recaudaciones? Esos medios de comunicación que difunden día por medio la tabla de populares vendidas, se encarga de obviar en forma sistemática el pequeño detalle que Boca no vende entradas a sus hinchas cuando juega en la Bombonera. ¿Mística? Históricamente fueron cultores del buen juego y osaban reirse y bastante del “huevo, huevo, huevo” característico de la hinchada de Boca. ¿Aliento en las malas? Acá la cosa ya da para reirse un rato largo: silencio, maíz, pañales, Ahumada, proyectiles, invasión de campo para pegarle a los jugadores, hinchas destrozando y prendiendo fuego su propio estadio. ¿Un estadio que asuste rivales? Primero habría que sacar la pista de atletismo y después nos sentamos a charlar.
¿Cuál va a ser el próximo paso del nuevo River? ¿Ponerse la camiseta de Boca? ¿Hinchas autodenominándose Jugador Nro. 12?
Estamos ante un River que siempre envidió a Boca y hoy parece salir del placard. Un nuevo River que nos quieren vender. Pero La Passucci no compra.