Representante del semillero riverplatense que se fue al descenso en 2011, Erik Lamela fue años antes un chico como cualquiera de nosotros que soñaba con jugar al fútbol, ser Maradona y tenía su corazón pintado de azul y oro.
La vida lo llevó por otros caminos pero dicen que los sentimientos arraigados durante la infancia son los más nobles y difíciles de dejar atrás. Que así sea.