Mucho se nos ha criticado por nuestra postura inflexible en contra de la implementación de colores ajenos a la historia de Boca en nuestra camiseta. Y esa crítica acerca de que vivimos quejándonos, nos ha hecho reflexionar bastante. No al punto de empezar a mirar con cariño este nuevo atropello de color rosa a la identidad xeneize, sino para ver cómo transformar esa queja nuestra en una acción positiva. Una acción que tenga como objetivo ayudar a mantener la mística de Boca y transmitírsela a las nuevas generaciones. No será la gran cosa, más bien un granito de arena Passucci. Pero ojo que con muchos granitos de arena se hacen médanos gigantes capaces de frenar al mismísimo océano (?).
El tema es que entre Los 12 Apóstoles juntamos el dinero equivalente al precio aproximado que costará esa camiseta oficial de color rosa y tomamos una decisión. Gastarnos ese dinero en una bicicleta de Boca con rueditas para obsequiársela a un niño boquense que no pueda comprarla. Una bici usada rodado 16 que casi seguramente habrá sido usada por otro niño hincha de Boca.
Nos pareció fundamental que esa bici tenga los colores azul y amarillo. Nuestros colores. Los del barco sueco. Para que ese niño que la reciba, crezca viéndolos cerca suyo. Para que el corazón de ese chico, dentro de unos 15 años cuando pueda comprar su entrada y alentar a Boca en la Bombonera ya ampliada, se emocione con el azul y oro y no le dé lo mismo que Boca vista de violeta o de rosa. O del próximo color que nos obliguen a usar.
No pedimos que todo el mundo salga a regalar bicicletas. Pero sí pedimos que vayamos por la vida defendiendo nuestra historia, nuestra identidad. Tratando de transmitirla a las nuevas generaciones. A esos futuros hinchas que tendrán la obligación y el honor de llenar todas las tribunas como hicieron nuestros antepasados.
Si te gusta la camiseta rosa, todo bien (?). Andá, comprala y llevala a la cancha. Y si te parece una falta de respeto a nuestra identidad, convertite en un apóstol de nuestros colores. El azul y el amarillo.