Corría el segundo semestre de 1991 y los hinchas de Boca soñábamos día y noche con el penal de Pico contra Newell’s. La chance de cortar los 10 años sin salir campeón se había esfumado de la forma más cruel. En la Bombonera y por penales. Para colmo, el River de Passarella DT se armaba con todo y repatriaba a Ramón Díaz. El Pelado, insultado por el Jugador -1 la noche de su regreso y victoria ante Central en cancha de River, enseguida empezó a responder con goles. El mediocampo tenía marca con el Huevo Toresani y desequilibrio con JJ Borrelli. Si a eso le sumamos que con Comizzo y una defensa bien parada, llegarle y hacerle un gol era casi una misión imposible, estamos hablando de un equipo serio. Un buen equipo. Hay que reconocerlo. Que salió a buscar el puntito en la Bombonera, pero un buen equipo al fin
Y tal es así, que enseguida se cortó solo en el Apertura 91. Mal que nos pese, Boca junto a Talleres y un par más, se peleaban por el segundo puesto. Ese River se convirtió en un relojito. Ganaba, goleaba y gustaba. La famosa triple G, el único antídoto conocido por el hombre para evitar que el hoy desaparecido paladar negro de los hinchas millonarios insulte, silbe y tome el Hall para hacer rodar cabezas.
Los medios hablaban y ponderaban a aquel River. Y no mentían. La verdad es que prácticamente no tenía rival. Por aquellos años nadie osaba decir que la B era el Calcio o una divisional donde se jugaba mejor que en la A. O para ser más precisos, nadie iba a pretender instalar la idea de que San Martín de Tucumán en el Nacional B jugaba mejor que el River puntero de la A.
La cosa es que arrancó simultáneamente la Supercopa y ese River dio señales de querer ir por todo. En octavos de final eliminó a Gremio por penales como visitante. Y en cuartos, dio cuenta del Flamengo también en Brasil y por penales. Dos series consecutivas de River eliminando a equipos brasileros como visitante y por penales. Sí, amigo Passucci. Si usted es joven y no vivió aquel momento, siéntese, respire hondo y créanos. Fueron momentos muy bizarros. Por un instante la suerte, esa maldita suerte que hoy le es esquiva a River y hace que Solazzi nos llame Suerte Juniors, parecía guiñarle un ojo a los millonarios.
Fuente: revista El Gráfico número 3758 correspondiente al 15 de octubre de 1991.
Fuente: revista El Gráfico número 3760 correspondiente al 29 de octubre de 1991.
Fuente: revista El Gráfico número 3760 correspondiente al 29 de octubre de 1991.
Peñarol en semifinales fue un trámite. River ganó los dos partidos y se metió en la final de la Supercopa. El rival, Cruzeiro.
El partido de ida en cancha de River, fue chivo, muy trabado. Con marcador 1 a 0 casi hasta el final, momento en que llegó un segundo gol de River. Ese 2 a 0 casi en tiempo cumplido, nos hizo temer que psicológicamente la balanza se empezaba a inclinar para River. Está bien que con River nunca se sabe, pero venía tan afilado que fueron días donde casi se descontaba que River era campeón. Faltaba la revancha en Belo Horizonte, pero ese River tenía un bonus. Venía curtido por haber eliminado a Gremio y Flamengo como visitante y por penales. La llamada lotería de los penales. Sin dudas, parecía ser la suerte del campeón.
Aquel 20 de noviembre de 1991 en la estancia del Cruzeiro, el juez pitó y enseguida nos dimos cuenta que algo histórico podía pasar. Los brasileros eran flechas que entraban por todos lados. Y ojo que no hacían fulbito, ya que tuvieron un par (?) de situaciones de gol.
Fuente: revista El Gráfico número 3764 correspondiente al 26 de noviembre de 1991.
No exageramos, pero ese primer tiempo podría haber terminado tranquilamente 7 u 8 a 0 a favor de Cruzeiro. Pero Comizzo estaba iluminado y sacaba todo lo que le tiraban. El apenas 1 a 0 en contra era otra señal de la diosa fortuna. Ese marcador tan apretado ante semejante trámitegallináceo adverso era encontrarse una boleta ganadora del quini en la Bristol. Restaban 45 minutos para la hazaña. Pero algo falló.
Fuente: revista El Gráfico número 3764 correspondiente al 26 de noviembre de 1991.
No exageramos, pero ese primer tiempo podría haber terminado tranquilamente 7 u 8 a 0 a favor de Cruzeiro. Pero Comizzo estaba iluminado y sacaba todo lo que le tiraban. El apenas 1 a 0 en contra era otra señal de la diosa fortuna. Ese marcador tan apretado ante semejante trámite
Promediando el segundo tiempo llegó un segundo gol del Cruzeiro y el Mineirao fue una caldera. Muy a la brasilera, con torcedores aplaudièndose arriba de sus cabezas, pero parece que eso bastó para que a River se le aflojaran los esfínteres reflejos. La serie estaba igualada y la esperanza millonaria era llegar con vida a los penales. Poder terminar ese partido con derrota 0 a 2, luego de un baile tan infernal, hubiera sido casi una muestra de hombría. Pero no. River, aquel River suertudo en los penales, supuestamente curtido en tierras brasileras, decidió recibir un gol más faltando 15 minutos y perder 3 a 0 la final de la Supercopa. De haber aguantado el 0-2, con el antecedente de lo sucedido con Gremio y Flamengo más un Comizzo tan inspirado aquella noche, los penales eran un cheque al portador. Quien sabe. La cosa es que River pudo haber salido campeón por penales pero no lo hizo porque es gallina. Muy gallina. Y Cruzeiro salió campeón.
Fuente: revista El Gráfico número 3764 correspondiente al 26 de noviembre de 1991.
Dicen que a la suerte hay que ayudarla. El tema es que siendo tan gallina, difícilmente la suerte tenga ganas de estar con River. La suerte estuvo aquella noche en el Mineirao haciendo fuerza para que River llegue a los penales. Hasta la imaginamos parada al lado de Comizzo durante el segundo tiempo y volando de palo a palo para ayudar a rechazar los bombazos de Palinha y los tiritos de Charles. Pero River le falló a la suerte. La defraudó. Con el pitazo final miles de hinchas brasileros invadieron el campo de juego y la suerte debe haber caminado triste y cabizbaja hacia el vestuario. Tanto esfuerzo para nada, habrá pensado. Su presencia en Porto Alegre y en Río de Janeiro semanas atrás, habían sido tiradas por la borda a manos de un grupo de gallinas.
Hasta aquella noche en que le dio la espalda a la suerte, River había definido oficialmente 20 veces por penales, ganando 9 y perdiendo 11. Números parejos y hasta aceptables, podríamos decir. Pero a partir de ese momento, de sus 16 definiciones sólo ganó 6.
Tal vez la suerte todavía esté ofendida con River por lo que pasó en Belo Horizonte. Tal vez sintiéndose defraudada, haya decidido darle una mano a aquellos equipos que, podrán ganar o perder, pero jamás de los jamases se borran ni gallinean en las difíciles. El día que River muestre agallas, tal vez ese día, la suerte vuelva. Por lo pronto, La Passucci pide una silla para esperar sentados.