Hay muchas formas de que un jugador de Boca sea un verdadero Passucci. Pero todas tienen algo en común. Trabar de cabeza por Boca. Si partimos de esa premisa, todo lo demás es anecdótico. Que sea crack o rústico, que sea arquero, defensor, delantero o mediocampista. Que sea goleador, asistidor o raspador. Es más, a veces ni siquiera hace falta pegar una patada para ser un Passucci. Y un claro ejemplo es Carlitos Tévez con su actitud tomada el 27 de noviembre de 2003 en cancha de Racing.
Con una lesión a cuestas por aquellos días, su nombre era tironeado por la selección juvenil argentina y por Boca. La primera para una competición que antes era llamada Mundialito, y Boca para enfrentar al Milan en Japón por la Copa Intercontinental. Situación que incluso amenazaba directamente con que Tévez no sea parte del plantel que iba a jugar con los italianos. Una locura.
Aquella tarde, tras el triunfo 2 a 1 a Arsenal y la obtención de la nueva estrella, los festejos boquenses se desataron sin miramientos. Y las dedicatorias a los mismos de siempre, tuvieron que hecerle un lugar a la AFA y más precisamente, a la selección argentina.
Ver a Tévez sentado sobre el travesaño y cantando junto a todo el Nro. 12 “...la selección, la selección, se va a la puta que lo parió...” es otra de las cosas que nos hacen únicos en el mundo. No hay nada ni nadie, no hay ningún equipo en la faz de la tierra que esté por encima de Boca. Así de fácil es ser un Passucci. Como Carlitos.