El corazón de un Passucci no bombea sangre boquense de la nada. Desde sus primeros años de vida, es un corazón que tiene la suerte de escuchar historias y hazañas de Boca. Epopeyas que son leidas o escuchadas de la boca de un padre, abuelo, tío o quien fuere. Un corazón empapado en mística xeneize.
Pero ese corazón, que aprende desde chico lo que es querer a Boca más allá de una derrota o triunfo circunstancial, más allá de que juegue bien, mal o regular, es un corazón que late más fuerte que los demás. Y si ese corazón encima escucha de cerca los latidos de un corazón como el del Tano Pernía, es un corazón que queda inmediatamente preparado para las más grandes batallas. Escuchar el galope del corazón de Pernía es un posgrado en Harvard para un corazón boquense.
El corazón de ese niño que vemos con la camiseta de Boca quedó preparado para defender la azul y oro como corresponde: poniendo todo siempre. Sea un amistoso, un partido de campeonato o una final en Japón. Un corazón al pie del cañón para jugar hasta con apendicitis y ser voz de mando en nuestra defensa.
El corazón del Flaco Schiavi hoy en septiembre de 2012, seguro late tan fuerte como el de aquel niño Rolando que vemos en la foto. Como nuestros corazones, los que siguen y alientan a Boca gane, pierda, empate, juegue bien o mal. Como un corazón Passucci.