29 de noviembre de 1992, cancha de Racing. Tras perder el invicto ante Independiente siete días antes, Boca encaró la recta final del campeonato copando el Cilindro de Avellaneda. Dentro del campo de juego, fue un partido parejo que terminó 1 a 1. En las tribunas, lo de Boca esa tarde fue goleada.
Socios y no socios, todos juntos ocupando las dos bandejas y armando un espectáculo que provocó la frase de Quique Wolf que queremos remarcar. No porque sea poesía, sino porque es dicha por un tipo que jamás se identificó con Boca. Ni como jugador ni como hincha.
Esa tarde hubo cantos, hubo saltos y hasta hubo baile de la gente de Boca en las tribunas. En un momento del campeonato donde todo era incertidumbre y otras parcialidades seguramente hubieran elegido el silencio como medio de comunicación (?), nosotros elegimos la fiesta. Y a mucha honra.