1 de agosto de 1976, estadio Monumental. Por la novena fecha de la ronda final del Metropolitano, Boca y Huracán jugaron un partido clave para tirarse de cabeza a ganar el campeonato. Cosa que haría Boca en la fecha siguiente ante Unión. Pero ese partido con el Globo, una verdadera final, se jugó como más nos gusta. Tribunas repletas, cancha embarrada y un verdadero diluvio.
Esa lluvia de agosto, helada, en un estadio que da y mucho para congelarse, no pudo ni un poquito enfriar los corazones boquenses que si por algo se caracterizan, es por ser un canto de optimismo.
Aquella tarde fueron siete horas bajo la lluvia con el sueño hecho grito de guerra: la hinchada y los jugadores, todos juntos, tenían un sólo destino. Dar la vuelta olímpica.
Fuente: revista El Gráfico número 2965 correspondiente al 3 de agosto de 1976.