Mucho hemos hablado sobre defender la Bombonera. Y todo el tiempo nos autoproclamamos ser sus soldados. ¿Pero cómo hacerle entender a los que impulsan y defienden la construcción de un Nuevo Estadio con 80mil butacas que Boca no es eso? Hoy queremos sumar una foto. Apenas una foto. ¿Parece poco, no? Parece.
Miremos esta foto un minuto. Miremosla con atención. La toma es tras el gol de Perotti a Ferro el 2 de agosto de 1981 mientras estaba cayendo la madre de todas las avalanchas en esa tribuna de socios que da a Casa Amarilla. Miremos esas caras por favor. ¿A alguien se le puede ocurrir que esos hinchas estaban molestos o incómodos? Esa tarde quedaron miles de boquenses afuera de la cancha sin poder entrar. Pero a nadie se le ocurrió usar semejante situación como arma de ataque contra nuestra Bombonera.
Por favor miremos esos rostros. Uno por uno. Obviamente los que están de frente. A los que están cayendo de espaldas no le podremos mirar la cara pero si hacemos un esfuerzo la vamos a imaginar.
Un gol de Boca es un temblor de tierra para nuestros rivales. Pero si ese gol es en la Bombonera, el temblor tiene una fuerza devastadora.
Nosotros los hinchas lo sabemos y es nuestro as en la manga. Porque los boquenses no vamos a mirar partidos de fútbol. Vamos a jugarlos. Bajo la lluvia, con niebla, de noche, en invierno, caigan piedras o el sol castigue de frente. Vamos a cantar, a saltar, a alentar, a festejar y ayudar, a nuestra manera, a que gane Boca. A muchos parece molestarles eso.
Miremos esas caras. Imaginemos estar ahi. Un gol de Boca sobre la hora que servía en bandeja un campeonato muy sufrido. ¿A dónde te gustaría gritar un gol así? ¿En un símil Maracana VIP 5 estrellas con butacas reclinables? ¿O mejor lo gritamos, nos abrazamos y somos felices en nuestra Bombonera?
Esas caras hablan. Los soldados de la Bombonera jamás vamos a querar jubilar nuestra casa. Porque allí fuimos, somos y podemos seguir siendo felices. A nuestra manera. Tal vez apretados, con olor a transpiración y hasta a los empujones. No hay problema. Y al que no le guste tiene las puertas abiertas para tomarse el 29 en Almirante Brown y bajarse en Figueroa Alcorta y Udaondo. Allí seguramente habrá butacas vacías disponibles para estar cómodamente sentado y mirar partidos de fútbol.